Pasar la antorcha

La buena, la fe y la mala

Mirando a mi alrededor, observo que, en el tradicional combate entre la fe y la razón, se ha entrometido un nuevo contendiente, que es la emoción, de modo que la razón tiene ahora doble trabajo. O más que doble, porque al menos la fe sigue una trayectoria fija, pero la emoción es caótica e imprevisible.
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Democracia discursiva... o discursera

Como buen filósofo nefelibata, siempre aislado en mi burbuja neutra, procuro mantenerme al margen de los arrebatos y fervores de la vida pública. Contra lo que pudiera parecer, no juzgo a los políticos en función del bando al que pertenecen, y tampoco comparto la opinión casi universal de que todos ellos son canalla desaprensiva, pícara y mendaz, ni el nutrido florilegio de epítetos malsonantes que utilizan como forma de diálogo parlamentario. Cuando dicen bobadas, los políticos se limitan a cumplir su objetivo esencial, que es ganar votos. Los culpables, de haberlos, somos los que aplaudimos esas bobadas y las convalidamos con nuestro sufragio.
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¡Corre, camarada!

En una entrevista concedida al diario El Mundo con ocasión de la presentación de su libro "El nuevo orden erotico", el filósofo italiano Diego Fusaro valora los efectos de la revolución de mayo del 68 y hace enloquecer la brújula que ha marcado el rumbo de varias generaciones de europeos, desde Daniel Cohn-Bendit y sus coetáneos hasta hoy.

En su momento, las reivindicaciones de mayo del 68 chocaron frontalmente con la moral tradicional y las normas por las que se regían la relaciones intersexuales hasta entonces, básicamente orientadas al matrimonio y la fundación de una familia. Si las consignas de mayo del 68 —precedidas y reforzadas por los eslóganes hippies llegados desde San Francisco— nos dejaron un mensaje claro, ese mensaje fue inequívocamente anticapitalista y antiburgués. Podría decirse que fueron los primeros frutos visibles y tangibles del marxismo cultural promovido por la escuela de Frankfurt (con Herbert Marcuse como gran divulgador entre la juventud estadounidense).

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Cosas de críos

Si yo fuera adepto a las explicaciones freudianas, diría que nuestra civilización, al menos en su capítulo europeo, ha alcanzado la fase edípica, o sea, la de matar al padre. Naturalmente, tras dos milenios de existencia, habría que reelaborar la teoría para encajarla, no en la primera infancia de la formulación freudiana, sino en la segunda, la de los viejos pueriles, la "segunda inocencia que da en no creer en nada", como definió Antonio Machado.
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Pasar la antorcha

En la Ciudad Universitaria de Madrid, flanqueado por las facultades de Farmacia, Medicina y Odontología, aguanta como puede las sucesivas oleadas de vandalismo estudiantil y la imperturbable desidia municipal o rectoral el grupo escultórico denominado “Los portadores de la antorcha”, obra donada en 1955 al pueblo madrileño por su autora, la escultora e hispanista estadounidense Anna Hyatt Huntington.
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Primero, Europa

La singladura europea empezó con los filósofos presocráticos y su afán por entender y explicar el mundo y el lugar del hombre en el cosmos, por primera vez en la historia de la humanidad, con los instrumentos de la razón. Más de dos mil quinientos años después, Europa sigue siendo la referencia mundial de racionalidad y dignidad humana. La más bella definición de Europa quizás sea ésta: “Europa es ese lugar del mundo donde la pena de muerte no existe”. Sin duda, la formulación es muy incompleta, pero también muy reveladora del lugar que Europa sigue ocupando en la Historia.
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