La barca de Pedro entre pateras

El Papa Francisco ha ido a la pequeña isla italiana de Lampedusa a recibir a un grupo de inmigrantes africanos recién llegados en sus precarias embarcaciones. El Papa ha expresado su dolor por los miles de víctimas que, a lo largo de las últimas décadas, han perdido la vida en la travesía de África a Europa. Ha dicho que quiere "despertar nuestras conciencias para que lo sucedido no se repita" y nos ha invitado a rezar “por quienes, con sus decisiones a nivel mundial, han creado las situaciones que llevan a estos dramas».

“¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas", se ha preguntado el Papa. Y ha añadido: "Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto..."

En pocas palabras, el Papa nos ha invitado a llorar por las víctimas y a rezar por los enigmáticos causantes del drama de las pateras. Por llorar que no quede, pero el problema no va arreglarse con lágrimas. Y luego, ¿quiénes son esos presuntos responsables de “las situaciones que llevan a estos dramas”? ¿Cree realmente el Papa que la pobreza de África tiene su origen en unas cuantas decisiones tomadas por algunos individuos a nivel mundial? Convendría entonces saber cuáles son esas decisiones y quiénes las toman, para empezar a ajustar el tiro.

El gran tópico postcolonial es que los países ricos lo son a costa de los países pobres. Que toda la pobreza del mundo tiene unos culpables que, grosso modo, son los habitantes de los países ricos. Esta idea se presta a grandes formulaciones de principios y despliegues de gran teatralidad que van desde macroconciertos de rock hasta misas pontificales sobre una barca de pescadores. El aplauso solidario está asegurado.

Lo de “siente un pobre –africano, a ser posible- en su mesa” es ya más complicado y menos ostensible, menos ovacional, menos multitudinario. ¿Ha acogido el Papa a algunos miles de inmigrantes en el Vaticano? ¿Ha organizado algún tipo de ayuda, o desviado algún tipo de recursos para aliviar su situación? Las noticias no dicen nada al respecto. Lo bonito es encender los mecheros por una buena causa… y pensar que ese gesto solidario y empático nos excluye del egoísmo colectivo.

¿Qué hacemos, Papa Francisco, quitar las fronteras y dejar vía libre al torrente inmigratorio? El resultado podemos explicarlo con una parábola, precisamente, sobre barcas: si el bote salvavidas está demasiado cargado y no puede soportar el peso de tantos náufragos, se hunde sin remedio, con lo cual, la buena intención de salvar a todos acaba en un desastre mucho mayor.

Si acogemos con misas y cánticos televisados a los que consiguen llegar en sus pateras, estaremos reavivando la fe y la esperanza de la siguiente oleada migratoria, y serán más aún los que pierdan la vida en su intento por cruzar el estrecho.

Quizás lo piadoso, en este caso, sea aplicar con más rigor las leyes sobre inmigración y no crear en la gente falsas ilusiones que acaban en naufragio. Porque, aunque el Evangelio diga otra cosa, la fe sola no basta para caminar sobre las aguas.



Añadiduras

Un Papa relativista

Cuando los dibujantes de Charlie Hebdo fueron asesinados por haber dibujado una caricatura de Mahoma, el Papa Francisco se mostró comprensivo con los terroristas: “No se puede provocar... Si mi buen amigo, el doctor Gasbarri aquí presente, dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!”. Exactamente lo mismo que piensan los terroristas: vosotros dibujáis y nosotros os matamos, ¡es normal!

Tras los atentados de Bruselas, el Papa Francisco ha vuelto a encontrar extraños culpables: "los traficantes y fabricantes de armas que quieren la sangre y no la paz". El arma, en este caso, fue una mezcla de fertilizante (nitrato de amonio) y gasolina preparada por los propios terroristas en su casa.

El Papa Benedicto estuvo acertado al denunciar el relativismo como el gran problema de nuestro tiempo. La mejor prueba de ello nos la da su sucesor.