La RAE acaba apenas de cambiar la definición milenaria de matrimonio para dar cabida a las parejas homosexuales, y ya se le ha quedado obsoleta. Una notaria ha "casado" a un trío de mujeres en Río de Janeiro. “Nuestra unión es fruto del amor", dicen las recién casadas. "El pilar que sustenta cualquier relación de familia es el afecto", añade la casadora para justificar la nueva fórmula matrimonial. Por de pronto ya tienen pensado que una de ellas se quede embarazada (no se aclara si poniendo los cuernos a las otras dos) y que todas disfruten el permiso de maternidad.
Siguiendo esa lógica que equipara al matrimonio con cualquier relación afectiva, si mañana se engancha otra novia a la cadena del amor, habrá que ampliar el polinomio, digo polimonio, a cuatro contrayentes, que a su vez podrían ir captando nuevas adeptas, etc. Antes una madre criaba a cuatro o cinco hijos. Ahora es al revés: cuatro o cinco madres criarán a un único hijo. Un verdadero despilfarro biológico, una aberración demográfica.
En caso de divorcio, proceso ya terriblemente complicado y traumático cuando son dos las partes en liza, el rompecabezas será mayúsculo. La custodia compartida será para el niño una pesadilla burocrática: vuelva usted el mes que viene. En medio de la trifulca, la criatura pensará que su familia es un matricomio, o sea, un manicomio con muchas madres tirándose platos a la cabeza. Cuando vea El Rey León o Bambi se preguntará por qué él no tiene derecho a un padre y una madre, como cualquier otro mamífero desde hace varios millones de años.