La chica del morral de piedras

La noticia ha dado la vuelta al mundo. En la provincia peruana de Puno, los investigadores han descubierto un enterramiento de unos 9.000 años de antigüedad en el que, junto a algunos fragmentos óseos, se hallaron hasta una veintena de utensilios de piedra, incluidos cuatro artefactos puntiagudos que podrían ser puntas de flecha, todos ellos tan juntos que se cree que iban dentro de un morral. ¿Y qué tiene de especial el hallazgo para ser noticia en la mayoría de los periódicos? Pues lo que tiene de especial es que los fragmentos óseos corresponden a una mujer, según ha permitido demostrar una innovadora técnica basada en el análisis del esmalte dental.

Los autores del descubrimiento han publicado un artículo con sus conclusiones sobre el hallazgo, entre las destaca una que les parece obvia: hace 9.000 años, las mujeres también cazaban grandes animales. Por “grandes animales”, en este caso, debemos entender básicamente vicuñas, que son como ovejas con el cuello más largo. Según los investigadores, esa supuesta capacidad para cazar vicuñas contradice el estereotipo tradicional de mujer recolectora y hombre cazador como reparto de funciones en las sociedades primitivas.

Al parecer, la noticia es asombrosa, porque implica que las mujeres del Paleolítico eran tan fuertes, temerarias y capaces de arriesgar la vida en la caza o en combate como los hombres. Para corroborarlo, los autores citan la tumba de un supuesto guerrero vikingo que, al parecer, resultó ser una guerrera.

Por un momento, tratemos de imaginar una nave llena de amazonas rubias que desembarca en las costas de Finisterre y se encuentra enfrente un ejército integrado por rudos varones locales. ¿Qué creen que ocurriría? Lo más probable es que, esa misma tarde, todas las invasoras hubieran cambiado su honorable condición de guerreras vikingas por la menos prestigiosa función de criadas o esclavas de las matronas gallegas.

Por eso es poco probable que los vikingos fueran tan tontos como para encomendar las funciones de la guerra a sus mujeres y quedarse ellos al cuidado de hijos y hacienda, pudiendo ser mucho más eficaces invirtiendo esos roles. Además, ellos no podían sospechar, en el siglo IX, que un comportamiento tan razonable decepcionaría a los investigadores del siglo XXI, ávidos de elucubraciones igualitarias.

Volvamos al Perú. Precisamente en América tenemos el gran muestrario del Paleolítico visto en primera fila por el espectador moderno, sin necesidad de interpretar excavaciones fósiles. Bien avanzado el siglo XIX, los colonos europeos de las Grandes Llanuras pudieron conocer de primera mano, estudiar y hasta fotografiar la vida de las tribus siux, cheyennes o comanches en su Paleolítico de puros cazadores y recolectores trashumantes. Para decepción de investigadores políticamente correctos, en ese Paleolítico real no había mujeres cazadoras de bisontes, ni feroces guerreras que librasen batalla desigual contra los guerreros de la tribu rival. Habría sido demasiado estúpido, como explico en otro artículo.

La tesis subyacente en la investigación de Puno, y la interpretación que de ella hacen ciertos expertos citados por la prensa, es que el modelo de hombre cazador y mujer recolectora es una elaboración posterior, vinculada a estereotipos de género que asocian el prestigio superior de la caza con la actividad varonil. Según esa interpretación, lo que hacen los investigadores en este caso es levantar las capas superpuestas por varios milenios de patriarcado opresor para mostrar la realidad prehistórica de la mujer guerrera y cazadora, tan eficaz en ambas actividades como los hombres.

Lo que olvidan es que las mujeres no han dejado de cazar nunca, sin necesidad de confirmarlo con descubrimientos prehistóricos. Diosas de la caza eran Neith en Egipto, Artio entre los celtas, Skade en la mitología nórdica, Artemisa en Grecia, Diana en Roma… Y tanto en los relatos medievales como en los modernos reportajes de las revistas especializadas abundan las damas de alta alcurnia apasionadas por la caza. En cuanto al pueblo llano, no vayan ustedes a creer que mi abuela, que ahuyentaba los jabalíes con un horcón, iba a amedrentarse ante una cabra sin cuernos.

Otro aspecto llamativo en la interpretación de esta tumba de Puno que aspira a poner patas arriba la teoría androcéntrica de la caza prehistórica es la función que se atribuye a ese supuesto ajuar funerario (suponiendo que lo sea, y que no se encuentre al lado de los huesos por causas más fortuitas). La función que normalmente se atribuye a los ajuares funerarios no es colocar al lado del difunto los utensilios de su profesión para dar pistas a los investigadores futuros, sino preparar y facilitar su viaje en la otra vida. Si hay flechas, no son flechas para atestiguar la condición de guerrero o cazador, sino instrumentos que el muerto necesitará en el más allá. Suponiendo que las herramientas de la tumba de Puno forman parte de un ajuar funerario, que no es poco suponer, su función no sería dar fe de las habilidades cinegéticas de la usuaria, sino dotarla de herramientas necesarias para su viaje al otro mundo. A partir de ahí, la imaginación tiene vía libre para pensar lo que quiera.

¿Qué interpretación darían los modernos investigadores a la moneda que se colocaba en la boca de los muertos en la Grecia y la Roma antiguas si no tuviéramos fuentes escritas que explican esa costumbre? Sin esos testimonios escritos, es casi imposible que alguien dedujera hoy que, en la mitología grecolatina, había un personaje llamado Caronte que cobraba pasaje y exigía esa moneda a los difuntos para transportarlos en su barca hasta la otra orilla del río Aqueronte, la definitiva.

El pequeño hallazgo de la tumba del Puno ha tenido gran repercusión mediática. A los medios de comunicación les ha faltado tiempo para proclamar que las mujeres paleolíticas eran tan buenas cazadoras de bisontes o mamuts y tan feroces guerreras como los hombres, cosa que, al parecer, enaltece ante sus ojos la condición femenina. Es casi tanto como confesar que una mujer que no sea tan buena cazadora o guerrera como los hombres está incompleta. En el fondo, es la manifestación de un moderno complejo de inferioridad del que se hubieran reído de buena gana nuestras bisabuelas.



Noticia mundial

 Female hunters of the early Americas. We present an archeological discovery and meta-analysis that challenge the man-the-hunter hypothesis... The findings are consistent with nongendered labor practices in which early hunter-gatherer females were big-game hunters.

 Fin al mito del hombre-cazador: las mujeres prehistóricas también daban muerte a grandes presas. Un estudio señala que entre el 30 y el 50 por ciento de las mujeres en las tribus americanas de hace unos 9.000 años eran cazadoras.

 Las mujeres prehistóricas también cazaban grandes animales. El hallazgo de una joven con sus armas en los Andes cuestiona la teoría del hombre cazador.

 Ancient Remains in Peru Reveal Young, Female Big-Game Hunter. Scientists are divided on broader implications of the find for ancient gender roles.

 Prehistoric female hunter discovery upends gender role assumptions. Researchers have generally thought that only prehistoric males hunted—but what if evidence against that idea has been lying in plain sight for decades?

 La place d’une femme est à la chasse, selon une étude. Contrairement à des croyances bien ancrées, des femmes il y a des milliers d’années ont participé à la chasse, y compris au gros gibier, affirme une nouvelle étude.

 Pérou : Des femmes chasseuses-cueilleuses découvertes par une équipe de scientifiques. Contrairement à des croyances bien ancrées, des femmes il y a des milliers d'années ont participé à la chasse, y compris au gros gibier, affirme une nouvelle étude.

 Préhistoire: les femmes aussi participaient à la chasse (contrairement à ce qu'on croyait). La division du travail à la préhistoire a longtemps été représentée ainsi: les femmes, dans la grotte, les hommes à la chasse. C'est plus compliqué que ça.

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 Ausgrabungen in Peru: Die Großwildjägerin aus der Steinzeit. Männer gingen auf die Jagd, Frauen sammelten Essbares in der Natur? Von wegen. Die Gesellschaft der Steinzeit war in Amerika wohl moderner als angenommen, zeigt ein Fund aus Peru.